¿A qué le temo?

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¿A qué le temo?

A tu ausencia.

Al vacío que se acrecienta cada noche en nuestro lecho; al frío que entumece mis manos; a la estela de silencio que dejan tus palabras; a tu sombra que se difumina, en cada paso que nos distancia, en lo obscuro de la noche; a que esquives mis palabras y olvides el camino de regreso. A dejarme a un lado por cumplir tus caprichos; a cambiar mi mundo por tus sueños; a amar sin medida y dejarme sucumbir por la tristeza cuando llegara tu ausencia.

¿A qué le temo?

A mi ausencia.

A olvidar el porqué de mis poemas, a lanzar palabras sin buscar tu alma, a callar un «te amo», a callar un «quédate». Temo que mi alma comprenda tu partida y mi cuerpo se acostumbre a lo extenso de nuestro lecho, a olvidar tu voz, a perder tu reflejo. A abrigar mis manos contra el pecho y aferrarme a tu recuerdo; a no conciliar el sueño en las noches; a permanecer, siempre, enamorado y no concebir el mundo sin ti.

¿A qué le temo?

A ese mundo que dejé olvidado cuando conocí el nuestro, al espacio que crearon tus movimientos, a tu aire que no cabe en mis pulmones, a la luz que irradiabas y se aleja de mí. Le temo a ser quien ama sin medida y vacía su alma detrás de un imposible.

…

Le temo a perder el edén que encontré en ti y morir de nuevo en el erial que habitaba mi alma.

Jag.